MEDIOAMBIENTE

Miranda tiene un paisaje de transición entre un valle de altura media (el de Famatina, donde se encuentra situado Chilecito) y una zona serrana de gran altura: Así desde Chilecito, a 1000 msnm se asciende hasta los 2040 en Bordo Atravesado, Cuesta de Miranda. En medio de eso se encuentra Miranda sobre un largo valle que se dispone de este a oeste, encontrándose el núcleo poblacional entre los 1300 y 1540 msnm. Debido a que los cordones montañosos se ubican de norte a sur y el Valle de Miranda de este a oeste, se lo considera un valle transversal debido a que atraviesa la estructura montañosa. Es gracias a este profundo valle que la sierra de Famatina se fragmenta, dando lugar a una estructura un poco más baja, que es la sierra de Sañogasta. Miranda se encuentra en medio de esas dos sierras, encontrándose la de Famatina hacia el norte y la de Sañogasta hacia el sur.

En la zona oeste del pueblo y ascendiendo hacia la Cuesta de Miranda, aparecen rocas rojizas pertenecientes a la “formación de Patquía”. Se trata de areniscas de origen sedimentario y conglomerados depositados hace 290 millones de años que se formaron como planicies inundables. El color rojo se debe a la hematita (óxido de hierro) disuelta en un ambiente salino que fue sometido a presión y temperatura al ser sepultada por otros sedimentos. Estas rocas se disgregan fácilmente debido a que su composición no está demasiado cohesionada, con lo cual se disgregan rápidamente dando como resultado geoformas caprichosas.

Al cruzar hacia el oeste se encuentra el valle de Villa Unión, la Precordillera y la Cordillera de Los Andes. Hacia el este se encuentra la sierra de Velasco.

La posición de esta localidad en el oeste de La Rioja, en medio de barreras orográficas, determina un clima árido con temperaturas morigeradas por el efecto de la altitud (por ello suele llamársele clima árido de sierras y bolsones o clima árido serrano) La parte oeste del pueblo, que es más alta, es más fresca que la porción este más baja. El promedio de precipitaciones en esta zona de la provincia de La Rioja es de 160 mm, las cuales caen en su gran mayoría en la estación húmeda que coincide con el verano. Es característico de esta zona el viento Zonda que sopla desde el oeste luego de atravesar la cordillera de Los Andes y las sierras de Famatina y Sañogasta, haciendo elevar las temperaturas, disminuyendo la visibilidad y en ocasiones especiales produciendo daños en los cultivos. Este viento se manifiesta especialmente durante el invierno. Suelen ocurrir nevadas casi todos los años, las cuales son peligrosas cuando se dan de forma tardía, pues dañan las plantas recién brotadas, haciendo caer las flores. Debido al bajo contenido de humedad en el aire, la amplitud térmica es considerable, con temperaturas mínimas en invierno que pueden alcanzar los -8° en las zonas más altas y máximas que pueden alcanzar los 20° en los días más fríos con cielo despejado. Las heladas se presentan durante todo el invierno, y suelen causar problemas cuando se extienden hasta después del brote de las plantas. En verano, las noches siempre son frescas, con temperaturas mínimas generalmente por debajo de 16° y las máximas, ocasionalmente pueden superar los 40°, lo cual es bastante para una localidad por encima de los 1300 msnm. En ocasiones las tormentas de verano son muy importantes por su torrencialidad y peligrosas por la ocurrencia de granizo que daña las plantas y por la crecida del río principal o de los arroyos que casi siempre están secos.

La flora autóctona de Miranda está compuesta por especies características de las Ecorregiones del Monte y Prepuna: aparecen una gran variedad de plantas arbustivas como la jarilla, la pichanilla, el jume, la retama, la lata, el mastuerzo, la brea y el chañar; entremezcladas con los cactus columnares de gran altura, que se manifiestan más especialmente sobre las laderas de las lomadas que delimitan al pueblo al norte y sur. Existen plantas con porte arbóreo como el algarrobo, la tusca y ocasionalmente el visco, pero solamente donde en el subsuelo hay agua disponible (por ejemplo, en la orilla del río).

 

La flora autóctona en Miranda no es de gran porte, salvo los cactus columnares que pueden alcanzar los 7 metros de altura. A la izquierda una tusca, y a la derecha un pequeño algarrobo junto a algunas jarillas y cardones.

 

Como flora exótica, se pueden mencionar especies arbóreas como el álamo que se usan como cortinas forestales, la mora y la ligustrina. Obviamente, los nogales, manzanos, duraznos, membrillos, peros e higueras que son cultivados representan a especies exóticas que forman parte de la impronta verde que tiene el paisaje de Miranda.




Con respecto a la fauna autóctona, se pueden nombrar especies importantes como el cóndor, el jote, el águila, los halcones, los teros, pájaros carpinteros, el chimango, las urracas, el zorzal, perdiz martineta, perdiz mediana, etc., representando a las aves, dentro de las cuales palomas y los loros, suelen producir daños de importancia en los cultivos.

 

Mamíferos depredadores como el puma y el zorro gris están presentes en los alrededores, siendo el primero un problema para los que tienen animales sueltos en la montaña.

Mamíferos roedores como la mara, la vizcacha, la chinchilla, los conejos del cerco y los ututucos son comunes, especialmente los dos últimos. Lo guanacos frecuentan sólo las partes más altas de la sierra de Famatina y ocasionalmente en la de Sañogasta, aunque es difícil encontrarlos. También hay distintos tipos de quirquinchos.

Entre los reptiles encontramos a las serpientes como la cascabel y las lagartijas, y entre los anfibios a las ranas y sapos.

Existen los insectos y los arácnidos como las moscas de la fruta, las arañas y los alacranes.

Entre las especies introducidas, solo encontramos los animales que componen el ganado vacuno, caprino, equino y las aves de corral.

De acuerdo al relato de nuestro referente estudiante de ingeniería en agronomía, Miranda está sufriendo la pérdida de su flora autóctona debido a que las cabras que son liberadas pueden arrasar rápidamente una ladera con plantas recién brotadas y de hecho lo hacen. Nuestro referente comenta que antes las laderas de los cerros eran mucho más verdes por este tema. Él teme que se pueda salir de control produciendo el fenómeno de desertificación por sobrepastoreo y sobrepisoteo. Con respecto a la fauna, él afirma que a pesar de que se prohibió la caza, esta se practica de forma ilegal y así se está terminando con muchas especies.

En Miranda existe una cuenca hidrográfica compuesta por un río principal (Miranda) y muchos arroyos secundarios, que son afluentes de éste. Se trata de un río alimentado por las lluvias del verano, pero también por el derretimiento de las nieves que yacen en lo alto del Famatina. Es una cuenca endorreica (no desemboca en el océano) y arreica, pues tampoco desemboca en un lago interior. Por el contrario, el río trae agua en superficie en la zona alta, pero al ir descendiendo, su agua se va infiltrando y evaporando. Claro está que cuando el mismo crece, llega con agua en superficie hacia el Bolsón de Chilecito, donde crecen bosques de algarrobo gracias al agua subterránea que aportan ríos como el de Miranda.

Este río fluye desde el oeste hacia el este, en busca de los terrenos bajos del Bolsón de Chilecito y se aprovecha la pendiente natural del valle que fluya el agua sobre los canales de riego y las cañerías que obtienen el agua de este río.

Miranda, como la mayoría de los pueblos del oeste de La Rioja se encuentra bajo el efecto “anti minería” que es promovido por una asociación ambientalista de Famatina. Esta asociación frena cualquier intento de explotación a gran escala en la zona. Sin embargo, y a pesar de que en la actualidad no hay actividad minera en el pueblo o en sus inmediaciones, en el pasado Miranda fue una localidad de donde se extraían distintos tipos de minerales.

Hace pocos años se extraía feldespato (para la elaboración de sanitarios), en la década del 80 se explotaba uranio (hoy en día se puede visitar las ruinas de la mina) y en la década de 1940 se extraía carbón.

5.5 Situaciones de riesgo

Si bien para Miranda se puede mencionar la desertificación como posible situación de riesgo (debido a la pérdida de la vegetación por el sobre pastoreo y el sobrepisoteo, además del uso indiscriminado del agua, como explicó nuestro referente), lo cierto es que el mayor riesgo al que está expuesto es a la crecida de sus ríos.

Con el sólo hecho de observar las altas terrazas de rocas de diversos tamaños mezcladas con sedimentos formando barrancas a distancia considerable del río (muy cerca de las viviendas) se puede comprender el alto riesgo que implica vivir en Miranda. El río evidentemente tiene un gran poder cuando crece, lo que hace pensar que Miranda es muy vulnerable a crecidas desastrosas. Por supuesto, la vulnerabilidad de este pueblo puede ser reducida si es que se mantuviera limpio el cauce del río, removiendo las rocas y sedimentos que el río va dejando después de cada crecida.

Para poder ilustrar este hecho, a continuación se transcribirá parte de un artículo que fue publicado en el Diario Chilecito en el año 2013, luego de que un afluente seco del río Miranda creciera históricamente:

 

Drama

Los apacibles parroquianos de esta no menos sosegada villa, saben que los cardones coronados de flores blancas -la mañana del domingo 10 de febrero- eran anunciadores de lluvia, pero nunca imaginaron que ésta proclama se convertiría en presagio.

Una vecina, con lágrimas en los ojos, me transmitió de manera desgarradora la experiencia vivida el pasado domingo con el terrible temporal que los azotó esa noche.

“Cerré todo porque comenzó a granizar. Al rato se cortó la luz y entre truenos, relámpagos y rayos podía ver que la calle se había convertido en un río que bajaba a borbotones. En eso llegó mi yerno que a duras penas pudo ingresar con la camioneta y me contó que el camino estaba regado de piedras, pedazos de cactus y que casi se entierra al entrar. Una ráfaga de viento hizo volar la hoja de la ventana. Menos mal que hace años había hecho emboquillar con piedra todo el frente y que la casa está en alto, que sino la creciente me la llevaba. Nunca viví el terror de esa noche”, me relataba la señora. Mientras yo miraba azorado al oeste el montículo de tierra y piedra. Vialidad lo había abierto por la mitad, para permitir el paso de la ruta que quedaba franqueada por dos paredones de un nuevo cerro.

Circulando hacia el oeste por frente a la mina abandonada, traspaso el mogote que llegó a más de 10 m de altura y voy tratando de comprender la desmedida fuerza de los cauces. Las alcantarillas rotas y las banquinas destruidas, los pedazos de cactus y chaguares tirados por doquier, las piedras removidas daban un espectáculo para el que ninguna foto me había preparado.

Miro hacia el costado izquierdo (sur) y comienzo a peguntarme si tanto cerro pelado de vegetación por las canteras de la mina habrían servido de tobogán para que la velocidad del agua haga cual bola de nieve, su bola de barro y piedra. Conjeturas dirán. Pero desde allí en adelante y hacia arriba el daño fue menor, casi normal.

Giro 180º e ingreso al pueblo en sentido contrario, para abajo. Una vecina de Chilecito que tiene su finca en la mitad de Miranda me relata su odisea con mucha angustia, contándome que cuando cerraron todo con su hija para salir, el canal era un río. Transitaron algunos metros en su auto que iluminaba peñascos, plantas, ramas y decidieron parar en medio de la lluvia y la calle que a esa altura ya era un río. Alguien que venía de más abajo les dijo que estaba cortado el puente que regresaran. Para acrecentar su desesperación al girar, pincharon una goma, por lo que debieron dejar el auto en Villa Miranda y emprender trescientos metros bajo una lluvia torrencial, alumbrados por una camioneta y chocándose con espinas, llevándose por delante cascotes. Pasaron la noche mojadas, con frío, sin agua, como cerca de un centenar de personas que debieron pedir refugio a los vecinos.

Los pobladores, a quienes la tragedia no menguó en nada la solidaridad generosa, abrigaron y hasta consolaron a los preocupados transeúntes. La magnánima sencillez de estos ciudadanos argentinos aislados de toda prebenda.

A lo largo de casi cuatro horas se debatieron en medio de la oscuridad, el viento, el granizo y la piedra. En una sola casa se guarecieron más de 20 personas. Después se supo que había gente varada del lado oeste, otros muchos en el medio (quedaron literalmente encerrados), varios a la altura del puente dañado y otros tantos en la vista larga.

No termina, alguien me muestra una cochera con 15 cm. de barro en el suelo y la marca del agua a unos 50 cm. más arriba, otros sus muebles mojados, muchas casas abiertas para que se oreen, en los patios secándose colchones y cobijas.

Tragedia

El cerrito del Sur, tiene una quebrada que es la colectora natural de la precipitación de muchos metros cuadrados de colinas. Prácticamente en la boquilla de salida de esta quebrada, hasta hace un par de años había una explotación minera en una de sus laderas.

El cauce de marras, toda la vida se sumó al Río Miranda, después que éste pasaba el puente cercano a la escuela de un lado y la casa de Elizondo, del otro. Por algún motivo a determinar, el río de la quebradita con un caudal inusual, se salió de la cuenca para chocar casi de frente con el Río Miranda, en vez de hacerlo de lado como siempre sucedió.

Algunos vecinos hablan de un tapón que hizo un dique, otros de escombreras que taparon el cauce y lo hicieron desviarse. La mayoría conjetura que gran parte de la responsabilidad es de la minera.

Lo cierto, real y concreto, donde todos coinciden, es que gracias a Dios o a la providencia o a lo que fuere, el Río Miranda esa noche traía bastante agua, por lo que, al chocarse con el otro, lo re-encauzó, llevándolo prácticamente por encima de la ruta unos 300 metros y devolviéndolo a su cauce, que antaño estaba 200 m más al sur.

La realidad es que el alud destruyó parte de la nueva y costosa toma de agua. La piedra infortunó todas las cosechas, la creciente arrasó con plantas y animales. Las banquinas a lo largo de 4 km. están destruidas. Muchas casas están anegadas y familias que han perdido lo más privado y querido de sus vidas, a manos del barro.

El miedo estará latente en todos quienes debieron vivir el terrible suceso y por años los habitantes de Miranda, temblarán con cada trueno, rezarán con cada gota, implorarán ante cada relámpago.

Ellos, resignados y sufridos habitantes de esta Rioja que olvida, acostumbrados a la invisibilidad, con callos en el alma, hallaron al fin de cuentas el lado positivo, pues “no hubo que lamentar vidas humanas”.

Acudirán a su estoicismo para levantarse, o no. Rememorarán sus animales, plantaciones y paisajes que un día la creciente y Dios quisieron que perdieran”.

Fragmento del artículo “Mirando a Miranda” escrito por Leopoldo Badoul en 2013 en el Diario Chilecito.