POBLACION

A partir del año 1913, Benito Carbone dueño de unas 40 hectáreas comenzó a dividir su propiedad en lotes que daría para la venta. Donó tres lotes para la construcción de la escuela, la comisaría y la plaza.

Los primeros planos fueron trabajados por Julio Ballofet, agrimensor francés cuyos estudios fueron aprobados en la Argentina y obtuvo así el título de agrimensor nacional, profesión por la que era muy reconocido por sus contemporáneos y se lo sigue recordando; incluso nombraron por él a una de las principales calles de la ciudad de San Rafael.

Plano catastral con la división en lotes de las tierra de Benito Carbone

Por aquel tiempo El Tropezón llevaba el nombre de Colonia del Diamante. Algunos de sus primeros pobladores fueron Manuel Manzano, Jesús Vázquez y Francisco Fernández. La escuela En el año 1925, Benito Carbone, donó un lote con la finalidad de que allí se construyera la escuela del pueblo, que hasta ese entonces funcionaba en una casa. Un tiempo después, la necesidad de agrandarse, de mejorar las condiciones edilicias ya mostraban un alto grado de precariedad, y la peligrosidad de su localización al lado de la ruta, llevó a su mudanza. Primero la institución se trasladó a la bodega ex Franco Argentina, propiedad del Sr. Leburí, hasta tanto se terminara la obra. El nuevo edificio se construyó en el lote donde originariamente se planeaba asentar la comisaría. En el año 1967 se concluyó el traspaso, y hoy la escuela se mantiene en aquel edificio.

Inauguración del edificio actual de la escuela
Fuente: Archivo de la escuela Martín Zapata.

Los primeros egresados de la escuela

La producción en las fincas se sostuvo durante años; varias empresas se establecieron en la zona para comercializar los frutos de las fincas. Una de ellas era la “Stallo Sanchez”, un complejo de viñedos y bodega, que en la década de 1930 pasaría a llamarse “Bodegas Franco Argentina”, bajo la gerencia del Sr. Leburí. Una particularidad de este complejo era su sistema para obtener energía: levantaron parte de los canales con desagües permeabilizados, que por la altura generaban que el agua cayera con fuerza, la cual se aprovechaba como fuente de energía que abastecía a la bodega y a las casas de la administración. “Mouriño” fue otra de esas empresas que se inició como un galpón de empaque y exportación de fruta y más adelante se constituyó en bodega. Sus dueños fueron Ramón, Oscar y Manuel Mouriño, “La Severina” fue otra de las empresas protagonistas de los tiempos de alto desarrollo productivo, que cambió de nombre a “Fruta Cañada Seca”, para luego retomar su nombre original. Hacia la década de 1970 El Tropezón vivía su momento de mayor esplendor; las empresas que fraccionaban fruta y producían vino, vivieron tiempos de progreso económico-productivo e impulsaron el crecimiento de la población. En la década de 1980 esa suerte cambiaría, por la combinación de una serie de factores.

Según se releva de las encuestas a los referentes locales del pueblo, fuertes políticas de promoción industrial en otras zonas de Argentina, fueron las causantes de la brusca disminución de la producción, el traslado de las empresas y la migración de los trabajadores mendocinos. El problema fue que la promoción industrial como política, fue implementada por gobiernos vecinos, pero no en Mendoza. Otras provincias como San Juan, San Luis, Catamarca y La Rioja recibieron a las empresas que por los beneficios fiscales que les ofrecían, optaban por afrontar las dificultades de una mudanza, para radicarse en ellas.1 Los trabajadores, viendo un futuro de desempleo en la zona de El Tropezón, se trasladaron a la par de las industrias, y el pueblo empezó a vaciarse. Algunas empresas, décadas después, retomaron sus actividades, pero nunca con la intensidad de sus mejores años.

En la toponimia oficial, recolectada por Juan Isidro Maza,2 se asegura que el nombre es en alusión a la curva de 90 grados que hace la ruta cuando se topa con el pueblo, como si “se tropezara con él”. Sin embargo, existen otras dos versiones. Una de ellas habla de que José Diez, uno de los primeros pobladores del pueblo, dueño de la confitería ubicada en la esquina del ángulo de aquella importante curva, viajó a Buenos Aires. Allí estuvo en una pulpería llamada El Tropezón, en alusión a la cual, a su regreso, le puso el mismo nombre a su comercio; el mismo que luego derivó en ser el nombre del pueblo. La tercera versión postula que a unos 1.000 m del pueblo, en el cruce de dos caminos, había una pulpería, en la que se encontraban por las noches los trabajadores a guitarrear y tomar unas copas. Cuando se iban de regreso a sus casas, lo hacían tambaleando por efecto del alcohol, y en general se daban un “topón”, como se le dice en la zona a un tropezón. Aquella pulpería se llamaba justamente “El Topón del Nevado”, y en alusión a ella y a sus tambaleantes clientes, se denominó al pueblo: “El Tropezón”.

 

1Donato, Vicente N., "Políticas Públicas y Localización Industrial en Argentina". Working Paper N. 1 Centro de Investigaciones de la Università degli Studi di Bologna (Representación en Buenos Aires), 25 pp.

2Autor del libro Toponimia, tradiciones y leyendas (Editorial Fundación Banco de Boston, 1990), en el que recolecta, sobre la base de sus investigaciones y experiencia en viajes a lo largo de la provincia de Mendoza, los orígenes de nombres de pueblos, accidentes geográficos, etc.

 

El Tropezón cuenta con 462 habitantes, de los cuales 210 son varones y 251 mujeres4. Lo que significó un poco más del 30% de crecimiento en su población con respecto al Censo del 2001.

Perfil social

El Tropezón conserva una de las cualidades más preciadas por su gente: la tranquilidad. El movimiento en el pueblo se inicia bien temprano, tanto en el frío invernal acompañado de nieve, o en el caluroso verano en el que agobia el sol. Siempre con un mate preparado para acompañar las mañanas. Después del mediodía, los que no están trabajando hacen lo mismo que millones de argentinos en el interior del país: duermen la siesta. A la tarde, el movimiento se retoma, y ya cerca de la noche los hombres y mujeres que habían salido a trabajar, están de regreso en sus hogares, con sus familias. En los tiempos de cosecha y otros trabajos en las fincas, que duran unos meses, los horarios se extreman.

                                   

El mate no falta en ningún hogar                             Una familia camina por una calle interna                 La bicicleta, muy usada para traslados internos

La mitad de la población encuestada alcanzó como nivel máximo de educación, el nivel primario. La razón por la que no han cubierto el nivel secundario, aseguran ellos, es que antes no era obligatorio (comenzó a serlo en el año 2006), y además, una vez finalizado el primario, la mayor parte de los chicos iba a trabajar a las fincas para colaborar con los ingresos familiares. En esos tiempos, el trabajo infantil no estaba prohibido por ley, ni mal visto por gran parte de la sociedad, a diferencia de la actualidad.

Interior de la escuela primaria

En cuanto a los niños en edad escolar, todos asisten a la escuela primaria, y la mayoría de los adolescentes, a la secundaria. Los que lo hacen, se trasladan diariamente dado que no cuentan con escuela secundaria en el pueblo. Algunos asisten a la Escuela Manuel Belgrano de Salto de las Rosas, y otros a “la Normal” o “al Comercial” de la ciudad de San Rafael.
La proporción de adultos que alcanzaron el nivel terciario o universitario es baja (7% educación incompleta, 7% completa). Lo mismo sucede con los jóvenes que actualmente están en edad de asistir a dicha formación; pocos de ellos deciden seguir los estudios una vez finalizados los secundarios, a veces por elección y otras veces, por impedimentos económicos. Si bien San Rafael está a una distancia prudente como para que sean posibles viajes diarios, no todos los jóvenes aprovechan esa facilidad, y algunos no pueden por los gastos y tiempos que implica seguir una carrera terciaria o universitaria.

Fuente: Elaboración propia sobre la base de encuestas 20% poblacion.

Si bien algunos jóvenes optan por desarrollar su futuro radicándose en otros lugres, la mayoría se queda en El Tropezón.

La generación de adultos mayores suele opinar sobre los jóvenes que si bien son tranquilos, les hacen falta actividades para evitar que se junten en la plaza por las tarde/noches sin una finalidad concreta. Dicen además que se está instalando lentamente el alcoholismo, y en mucho menor grado, el consumo de drogas.

No hay mayores problemas de delincuencia en El Tropezón, según sus pobladores; los pocos episodios delictivos que ocurrieron fueron causados por personas que no pertenecen al pueblo. Al conocerse entre todos, han identificado a los causantes de esos hechos.

En cuanto a las personas que se han ido del pueblo, algunas de ellas han regresado años después. Por su parte, y a pesar de los insuficientes servicios que pueda haber en El Tropezón, los jubilados mayores optan por pasar la vejez en su pueblo, contentos de disfrutar de la tranquilidad y las relaciones pacíficas que se dan en la localidad.

Según las encuestas a los hogares, el 55% de la población goza de ingresos que los posicionan por fuera de la línea de pobreza, mientras que un alto porcentaje, el 45 % restante, es considerado pobre según la clasificación nacional.

Cohesión social

En el pueblo hay expectativas por la conclusión de la obra que dará lugar físico a la Unión Vecinal, al destacamento policial, y al posible desarrollo de actividades comunitarias, como talleres, encuentros, etc. Muchos aseguran que es lo que hace falta para poder llevar a cabo proyectos para la población.

Al momento, la promoción de ese tipo de actividades ha sido muy baja; hubo propuestas por parte del centro de Salud, como caminatas matutinas, aprovechadas por algunas mujeres del pueblo. Sin embargo, muchos pobladores mencionan la falta de integración y participación entre ellos, en y para el desarrollo de proyectos.

Capacidad para autosustentarse

La población económicamente activa trabaja, principalmente, en lo siguiente:
o Empleos públicos: en la subdelegación municipal, el centro de salud, etc.
o Actividades primarias: en fincas de la zona, en períodos de cosecha y poda de frutales (trabajos temporarios)
o Actividades secundarias: principalmente en el frigorífico y en las industrias de alimentos de la zona, productoras de frutas en conserva, vinos, derivados del olivo
o Otros servicios: principalmente en actividades terciarias en los comercios del pueblo

   

                                                                         Frigorífico y faena San Rafael                 Plantación de frutales en una finca

 

Fuente: Elaboración propia sobre la base de encuestas al 20% de la población.

Cuando el nivel de ingresos no es suficiente para cubrir los gastos mensuales, sus miembros realizan, fuera del horario laboral, trabajos cortos y esporádicos, comúnmente denominados “changuitas”; por ejemplo, trabajos de albañilería o de peluquería a domicilio.

Además, el 79% de la población (según encuesta al 20% de los hogares en diciembre de 2012) produce en su propio lote algún tipo de alimento, es decir que una enorme proporción de El Tropezón trabaja en cultivos familiares, huertas y cría de animales.

En general su destino es el consumo propio, no la venta. De los encuestados que cuentan con producción, el 60% tiene árboles frutales; el 67% verduras y hortalizas, el 47% gallinas ponedoras y el 57% cría animales para consumir su carne –en general, pollos o conejos-. El INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, a través de su programa Pro Huerta,1 les proveen semillas.

Con la fruta obtenida de sus propios árboles, o comprada en frutería, las mujeres acostumbran a preparar dulces, conservas y salsas que consumen durante todo el año, inclusive fuera de temporada por su tiempo de conservación.

Los costos de vida se presentan bajos en relación al costo en las ciudades del país; sin embargo, considerando los ingresos promedio del pueblo, es difícil el acceso a los bienes de consumo porque los sueldos también son bajos: el ingreso promedio es de $1.128 por persona, según encuesta al 20% de los hogares en diciembre de 2012.

 

1“Basado en los principios de la agricultura orgánica, el Prohuerta es un programa con fuerte penetración territorial y valoración social trabajando en la incorporación de técnicas de seguridad alimentaria y de alimentos frescos en la dieta de hogares pobres en todo el ámbito nacional”. INTA. Sitio Web: http://inta.gob.ar/agricultura-familiar/documentos/prohuerta

 

 

 

1

 

De acuerdo a la opinión de los habitantes de El Tropezón, según encuesta al 20% de los hogares en diciembre de 2012, el principal problema que perciben para su desarrollo es la falta de trabajo. La propia historia del pueblo y su contexto económico da cuenta de este problema, que se enraíza en la desindustrialización que se dio un par de décadas atrás, sumado a la debilidad competitiva de las fincas de los más pequeños productores, que cuentan con pocas hectáreas. Por los bajos precios a los que se les paga la fruta producida, más los impuestos que deben enfrentar, no les es posible a los dueños de estas pequeñas fincas contratar trabajadores, y así, la gente de El Tropezón se pierde esas oportunidades laborales, presentes años atrás.

Fuente: Elaboración propia sobre la base de encuestas al 20% de la población.

Este problema va en concordancia con otro considerado importante para la comunidad de El Tropezón: la ausencia de políticas de desarrollo, que incluyan al pueblo y reviertan el desempleo.

La falta de infraestructura es otros de los problemas. Los pobladores mencionan dentro de él, la necesidad de viviendas, y, por sobre todo, de un destacamento policial. Hace años que lo esperan, y una serie de sucesos delictivos de poca gravedad, provocados por personas ajenas al pueblo, aumentaron en la población la ansiedad por la concreción de esa promesa. La falta de un espacio físico para el destacamento es uno de los principales obstáculos que la impiden.

Otros problemas señalados son la falta de gas natural, los cortes de agua -que afectan a toda la zona-, la falta de escuela secundaria y la precaria oferta de salud, que restringe su atención al horario diurno y está poco preparada para la atención de emergencias.

Si bien en el pueblo no hay problemas de convivencia entre los vecinos, no hay tampoco vocación de trabajar conjunto para la concreción de proyectos de bien común. En general están a la espera de que aparezcan por otros lados las oportunidades, en vez de buscar entre todos la generación de acciones.

Como corolario del problema de la falta de trabajo, la comunidad de El Tropezón afirma que uno de los principales proyectos que los beneficiaría, sería alguno económico, que garantice la generación de puestos de trabajo.

Por otro lado, todos los habitantes del pueblo sueñan con contar, finalmente y después de muchos años de espera, con un destacamento policial propio, que vele por su tranquilidad. A medida que pasa el tiempo, el deseo se hace cada vez más fuerte en ellos, dado que han sufrido algunos leves episodios delictivos, provocados por personas que no son del pueblo.

Les gustaría, además, contar con espacios de encuentro socio-cultural, como un centro de jubilados y actividades recreativas para niños, jóvenes y adultos. Esto promovería la integración de los vecinos, la unidad en el desarrollo de proyectos, y habría actividades alternativas para los jóvenes que no encuentran mucho para hacer en su pueblo.

Fuente: Elaboración propia sobre la base de encuestas al 20% de la población y entrevistas a informantes clave.