El nombre El Cuy significa en araucano “cactus de fuertes espinas”, planta que abunda en la zona. El día oficial de fundación se estableció el 11 de octubre de 1906. Se cuenta que desde mucho antes estas tierras eran habitadas por indígenas mapuches. Esta cohabitación generó una discusión acerca de quiénes fueron los pobladores originarios que hasta el día de hoy no se resuelve. Algunos sostienen que para los mapuches esta era una zona de paso entre Chile y el Atlántico, y que comenzó a convertirse en lugar de asentamiento en el mismo momento en que comenzó a ser poblada por gente proveniente de otros lados del país y del mundo, por lo que es difícil alcanzar un acuerdo sobre este tema.
La historia cuenta que en 1896 llega a estas “tierras del indio” el primer poblador, Napomucino Amaya, y posteriormente se fueron asentando en el lugar varios inmigrantes de origen español y árabe que recorrían la línea sur, que hoy es la ruta Provincial Nro. 23, como viajantes. Los registros indican que las primeras familias en establecerse en el lugar fueron: los Caniqueo, Silfeni, Mosquera, Palavecino, Rearte, Sosa, cada una de ellas con historias particulares que los fueron trayendo hacia estos rincones del mundo.
Originalmente las primeras oficinas municipales se establecieron a alguna distancia de donde hoy se encuentra el pueblo y luego fueron trasladadas. Con los primeros habitantes se asentó también la policía y la oficina de correos, y luego la escuela y algunos negocios.
La historia que cuenta Olga Huentemilla, una pobladora de El Cuy, parece ser la de muchos otros pobladores. Ella dice que su abuelo, de origen chileno, se estableció en Rinconada Chica, un paraje cercano. Allí comenzó a proveer a los habitantes de la zona con verduras y otros víveres. “Él recorría en carreta los puestos de los campos y así iba atravesando las montañas y encontrándose con todos los hombres que salían temprano a cuidar los rodeos (…) Mis abuelos y mi padre vivieron en el campo, pero luego, cuando mi padre formó familia, y los hijos se hicieron más grandes, decidió trasladarse al pueblo para que nosotros pudiéramos asistir a la escuela. Y esa es la historia de muchas familias: a veces los hombres se quedaban en el campo cuidando a los animales, pero las familias se instalaban en el pueblo para que los chicos vayan a la escuela”.
En esos años la vida en el pueblo era tranquila y apacible, los hombres solían dedicarse a la cría del ganado en el campo y las mujeres a los quehaceres de la casa, al tejido, a la confección de prendas para los chicos. La vida de los más chicos transcurría entre la escuela, las tardes de juego y la ayuda con las tareas de la casa.
Las fiestas patrias, así como las festividades religiosas y las fiestas de fin de año, eran una buena ocasión para reunirse, que nadie desaprovechaba: “Nos juntábamos en las fiestas navideñas, todos los vecinos, en el salón de la policía, y compartíamos las comidas. Todos los chicos y las mujeres se ponían sus mejores vestidos (…) También se hacían las fiestas campesinas, donde no se cobraba nada. Podían durar tres o cuatro días, y comíamos chivito, empanadas. Todos ayudaban…” recuerda Olga.
Antigua escuela
Don Soteras, un ganadero que llegó al pueblo en la década de 1960, recuerda que en esos años no había muchas casas ni personas establecidas en El Cuy. “El pueblo se agrandó de golpe. Muchas personas del campo y de parajes vecinos empezaron a llegar para poder mandar sus chicos al colegio”.
Según datos brindados por la Comisión de Fomento, la localidad de El Cuy cuenta con aproximadamente 600 habitantes en el ejido urbano y otros 200 en las zonas rurales.[1]
A pesar de que la localidad viene creciendo y los pobladores reconocen que gozan de mejores condiciones de vida (cuentan con más servicios, más caminos), las posibilidades de desarrollo parecen ser pocas y el progreso del pueblo parece haberse estancado.
En los últimos años, los crianceros se han visto seriamente damnificados por la sequía, a lo que en 2011 se sumó el flagelo de las cenizas del volcán Puyehue. Estas duras condiciones, sumadas a la falta de políticas de contención serias, han terminado por impactar negativamente sobre el crecimiento del pueblo, ya que al bajar los rindes de la producción, se disminuyen los niveles de consumo, y la economía local comienza a resquebrajarse.[2]
Si bien en la localidad no abundan los proyectos independientes de los pobladores, por parte de actores externos hubo algunas iniciativas que luego no resultaron y que podrían haber impulsado el desarrollo, como por ejemplo la instalación de molinos de viento. En el pueblo, cerca de la escuela, hay un molino eólico quebrado y sin sus palas que, según lo que relatan los pobladores, fue instalado como parte de un experimento científico. El molino proveyó de energía durante tres o cuatro meses, pero luego el viento lo derrumbó por estar mal confeccionado y nunca más se buscó reinstalarlo.
[1] Estos datos fueron referidos por los habitantes de El Cuy, ya que los datos del Censo de 2010 por Comisión de Fomento no están disponibles a la fecha de realización de este informe. Por su parte el Departamento de El Cuy cuenta con 5.289 habitantes en todos los parajes y comisiones de fomento. Esta cifra representa un crecimiento del 24% en eso diez años en todo el Departamento.
[2] Hay que tener en cuenta que El Cuy cuenta con un alto porcentaje de jubilados en su población, y son estos quienes mueven la economía minorista del pueblo, de modo que la demanda no ha mermado tanto, aunque hoy sea sostenida por otro sector de la población.
Perfil social
El Cuy cuenta con aproximadamente 600 habitantes en el ejido urbano y otros 200 en la zona rural. No hay datos estadísticos oficiales de los últimos años, pero se estima que la población ha seguido el porcentaje de crecimiento del departamento de El Cuy, que es de un 25% más respecto de la población censada en 2001, que alcanzaba los 479 habitantes. En cuanto a la distribución etaria, los niños (de 0 a 19) años representan el 36% de la población, los adultos (de 20 a 59) el 51% y los adultos mayores de 60 años el 13%.
En cuanto al nivel educativo de la población, existe un gran porcentaje de la población adulta, mayor a los 40 o 50 años, que no sabe leer o escribir con fluidez, o bien no han terminado la escuela primaria. En este sentido, los directores de la escuela primaria y de la secundaria notaron que uno de los problemas que deben enfrentar es la falta de compromiso y de apoyo por parte de los padres respecto a la educación de sus hijos.
Los pobladores de El Cuy se muestran reservados y algo desconfiados con el extraño. Muy pocos pobladores originarios de El Cuy mostraron una actitud proactiva y emprendedora, en el resto se nota una actitud de conformidad a las condiciones dadas. Hay algunos casos excepcionales, como el de las mujeres agrupadas en la Asociación Civil Milikilin Huitral[1], que lograron llevar adelante y dar continuidad a un proyecto.
Jóvenes regresando de la escuela
Cohesión social
Los pobladores de El Cuy no tienen muy interiorizado el concepto de “participación”, al menos no en el espacio político. Esto se debe a que hasta el 2010 no se realizaban elecciones locales, sino que los Presidentes de la comisiones de fomento eran designados por el gobernador, de modo que no votaban a su propia autoridad. Sin embargo, se observa que los pobladores sí suelen recurrir a la autoridad ante cualquier dificultad, es decir que su modo de participación se acota al pedido de asistencia o ayuda. Resulta difícil evaluar el grado de participación en otros espacios; sí cabe esperar que de presentar propuestas interesantes y beneficiosas la gente se movilice, pues aunque falta iniciativa, los pobladores manifiestan sus ganas de trabajar y salir adelante.
Pobladores reunidos en la Comisión de Fomento
Capacidad para autosustentarse
Como se ha mencionado en puntos anteriores, la principal actividad de los pobladores es la ganadería, principalmente ovina, y luego caprina y bovina. Los hombres más grandes y algunos jóvenes se dedican al cuidado de los animales o bien a actividades más específicas como la esquila.
Una actividad importante es la comercial, en el pueblo hay cerca de veinte comercios entre almacenes, restaurantes, kioscos, bares, gomerías, talleres mecánicos, estación de servicio, que tienen cada uno su clientela y logran subsistir a pesar de encontrarse en un pueblo pequeño. Una pobladora oriunda de otro pueblo puso su propia panadería.
Las autoridades locales no supieron dar datos oficiales, pero mencionaron reiteradas veces que en el pueblo hay un importante número de jubilados y que de hecho son ellos quienes sostienen la economía comercial. Estiman que hay un total de 150 pensionados. Respecto de las habilidades de la población, sorprende en número de mujeres artesanas, que hilan, tejen y elaboran distintas piezas con la lana. Hay que tener en cuenta que desde hace algunos años funciona en Río Negro el programa “Mercado Artesanal” que funciona bajo órbita del Ministerio de Familia, y fue creado con el objetivo de nuclear a todos los artesanos de la provincia, otorgándoles prestaciones y beneficios, como insumos, herramientas, etc. A través de este programa se entrega lana, que las mujeres anotadas hilan y tejen y luego venden nuevamente a los representantes del Mercado Artesanal. Según lo referido por Adriana Soteras, secretaria de la comisión de fomento, había 40 mujeres anotadas en el programa.
Natividad Jara, en plena tarea
Minimercado
Otro de los tantos almacenes del pueblo
[1] Ofelia González, quien empezó con la Asociación, cuenta que todo empezó porque desde la iglesia católica la contactaron para que ella tratara de empezar a unir a católicos y evangélicos evitando los conflictos que comenzaban a gestarse. Le dijeron que lo hiciera en el marco de otras actividades y así fue como comenzó a funcionar el taller de tejido, que sirvió como espacio de conversación y a la vez capacitación. Tiempo después formaron la asociación civil que hoy cuenta con personería jurídica.
Los habitantes de El Cuy perciben que los principales obstáculos que frenan su desarrollo son, en primer lugar, la falta de entendimiento o acuerdo entre los miembros de la comunidad, y en segundo lugar, la falta de conocimientos para organizar un proyecto económico. Otras opciones también mencionadas fueron la falta de iniciativa de la población y la falta de trabajo.
Durante el trabajo de campo en Cuy resultó muy difícil identificar proyectos individuales o colectivos de los pobladores para su crecimiento y desarrollo. En su gran mayoría los encuestados manifestaron que lo que le falta al pueblo eran espacios de recreación para los chicos, y desde la escuela los directores Marcelo Gómez y Sergio Orozco, están impulsando este tipo de espacios.
Otro proyecto es el de las mujeres reunidas en la Asociación Civil Milikilin Huitral, que quieren crecer y conseguir financiamiento para otros proyectos. Luego de las reuniones realizadas para esta investigación empezaron a pensar en la posibilidad de recurrir a otras instituciones o empresas en búsqueda de ayuda para sus proyectos.
Al momento del trabajo de campo, los pobladores referentes nos comentaron que se está terminando un matadero, y se busca que sea habilitado por el SENASA para poder faenar los animales. Esto permitiría abrir nuevas actividades derivadas (como elaboración de escabeches y conservas de carnes) y agregar valor a la actividad.
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